Tren Maya, el gran desfalco

Las inversiones públicas tienen considerables costos de oportunidad; es decir, ante recursos limitados y escasos, hay un buen número de otras alternativas comparables de gasto con altos niveles de prioridad. Por ello, los proyectos de inversión pública deben ser consecuencia de cuidadosas evaluaciones previas costo/beneficio, costos de oportunidad, y estudios de inversión, de mercado y de factibilidad, y proyectos ejecutivos, así como de cuidadosas corridas financieras que demuestren tasas adecuadas de rentabilidad económica y social, al igual que los plazos de amortización o de recuperación de la inversión. También, obviamente, de estudios de Impacto Ambiental y social, al igual que un sistema de transparencia en materia de compras y licitaciones de obra, y de rendición de cuentas y auditoría a lo largo del desarrollo del proyecto, aparte de un mecanismo público de supervisión y verificación ambiental. Todo esto, es requisito esencial de racionalidad pública y eficiencia, de prevención de corrupción, y de sostenibilidad. Y todo esto ha estado ausente en el Tren Maya, proyecto emanado sólo del capricho iluminado, la soberbia, la ignorancia y el narcisismo.

2024, herencia tóxica

El presidente López dejará un país polarizado y enfrentado. Devorado por la peor violencia criminal de la historia, con el territorio entregado a la delincuencia, ante una Guardia Nacional militarizada y estrepitosamente fracasada. Con el sistema de salud cruelmente vandalizado y destruido. Con un retroceso histórico en educación. Con mayor pobreza extrema. Devastado su prestigio internacional. Con instituciones de la administración pública desmanteladas, con un Poder Judicial bajo amague, y con las entidades autónomas amenazadas o paralizadas. Con recortes presupuestales incapacitantes para buena parte de la administración pública. Con una población ahora adicta a las dádivas y subsidios del gobierno. Con un gigantesco desfalco al erario por proyectos megalómanos absurdos que nunca serán rentables. Un Pemex quebrado y que representa un gigantesco agujero negro para las finanzas públicas. Sin un hub aeroportuario de clase mundial. Con una deuda que crece exponencialmente junto con su servicio, y una fiscalidad exhausta por pensiones insostenibles y subvenciones masivas.

Para evitar la catástrofe climática…

Como todo el mundo sabe, minimizar la probabilidad de consecuencias catastróficas en el clima del planeta conlleva limitar el calentamiento global a menos de 1.5°C – 2°C. Esto exige abatir emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) en 40% al 2030, para llegar a cero emisiones netas en 2050 (Cero Neto). Claramente, lo primero es ya imposible, y lo segundo se ve lejos de nuestro alcance, aunque que reconozcamos que hay señales positivas. Más de 8 mil empresas, y países desarrollados y emergentes que representan 90% del PIB global han establecido compromisos de Cero Neto (desde luego, México, no). Hoy, las energías solar y eólica representan más del 10% de la generación total de electricidad en el mundo, y el 75% de las nuevas inversiones en capacidad de generación eléctrica. Los vehículos eléctricos acumulan ya el 15% de las ventas totales de automotores, mientas que su autonomía se ha incrementado más de tres veces en sólo una década. La inversión global anual en tecnologías de transición climática se ha duplicado desde 2015, hasta llegar a más de un billón de dólares en la actualidad. Sin embargo, no es suficiente.

Hacia una política ambiental y climática para el próximo Gobierno

Entre 2018 y 2024 México ha sufrido un dramático proceso de desmantelamiento institucional y de políticas ambientales, así como de regresión energética y de ruptura de compromisos internacionales, al igual que la degradación de la participación de nuestro país en foros e instancias multilaterales. Los presupuestos ambientales fueron recortados de manera incapacitante, personal técnico y directivo con amplia experiencia fue despedido, e instituciones completas ý fideicomisos fueron desaparecidos. Se ha instalado durante estos años un escenario de impunidad y violación de la Ley, así como de destrucción de ecosistemas por acciones directas y proyectos del gobierno llevados a cabo de manera ilegal y opaca, y envueltos en militarización, discrecionalidad y corrupción. Es por ello vital plantear una verdadera cruzada de reconstrucción institucional y de políticas ambientales, de sustentabilidad y de cambio climático a partir del 2024, de recuperación del prestigio internacional de México, de cumplimiento de compromisos internacionales, de integración intersectorial y de desarrollo económico sostenible

Agua, soluciones radicales para la CDMX

La sequía ya de varios años en gran parte del País (con todo y los días insólitos de esta semana) – vinculada al calentamiento global – impone un enorme desafío de abastecimiento de agua para la Zona Metropolitana de la CDMX. Nuestra metrópolis consume alrededor de 70 metros cúbicos por segundo de agua (70 m3/seg), de los cuales aproximadamente 20 m3/seg han provenido de cuencas externas, como lo son la de Lerma y Cutzamala; el resto, esencialmente, se extrae de los acuíferos subterráneos, cuya sobreexplotación provoca su agotamiento, además del hundimiento de la ciudad y graves daños a muchas edificaciones. Con la sequía, las presas del sistema Cutzamala se encuentran a menos del 25% de su capacidad, lo que impondrá una escasez sin precedente y la necesidad de racionamientos. Los modelos y escenarios climáticos regionales no permiten algún optimismo para el futuro previsible. Es imperativo considerar soluciones a largo plazo que deberían significar un caudal adicional de al menos 10 m3/seg. (Desde luego, aparte de medidas de eficiencia y rehabilitación de la red para reducir pérdidas – que son del 40% – y de captación de agua pluvial).

La economía mexicana en 2050

La estructura y marcha de la economía nacional (y de la economía global) hacia la mitad del siglo estarán determinadas en buena medida por la lucha contra el cambio climático, y por el imperativo de lograr cero emisiones netas de CO2. México es de los pocos países de la OCDE y del G-20 que no ha planteado metas y programas de cero emisiones de CO2 al 2050. Esto requiere un ejercicio detallado de planeación y política industrial, energética, fiscal, agropecuaria y forestal, en el contexto de compromisos internacionales, pero también de los propios intereses de nuestro país. Se trata de un enorme desafío tecnológico, financiero, de inversión pública y privada, y cambio de hábitos de comportamiento y consumo en movilidad, uso de la energía y alimentación. De ello dependerá no sólo el abatimiento de emisiones de CO2, sino la competitividad del país, su proceso de desarrollo, y su posición en el tablero geopolítico mundial.

Presupuesto 2024, radiografía de la “4T”

El presupuesto para 2024 que Morena ha aprobado en la Cámara de Diputados el día de ayer representa una cínica confesión. Refleja sin ambages la visión, prioridades, fobias, rencores, venganzas y obsesiones de un gobierno populista por acumular más poder y mantenerlo a toda costa, más allá de cualquier pudor histórico. Es de destacarse su magnitud sin precedente (9.2 billones de pesos o 25% del PIB), al igual que el déficit que conlleva (5% del PIB o casi 2 billones de pesos), el cual será financiado con un endeudamiento que no tiene parangón en décadas. El saldo de la deuda acumulado desde 2018 se habrá más que duplicado en 2024. El costo de su servicio (costo financiero) superará 1.2 billones de pesos. El 60% del gasto programable es gasto corriente, que irá en buena medida a subsidios clientelares (1 billón de pesos) con la finalidad expresa de comprar votos y voluntades para la próxima elección. Sobresalen también proyectos megalómanos improductivos que concentran la inversión pública, como el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas (casi 300 mil millones de pesos – 300 MMDP) que han llegado a un sobrecosto de casi 300%, y que nunca serán rentables. Otro rasgo sobresaliente es la militarización. El presupuesto asignado a los militares (Sedena) se habrá disparado en 2024 a 750 MMDP, que representa más de 220 % con respecto a 2018.

Acapulco, catástrofe y oportunidad

Acapulco es un sitio privilegiado en términos de valores ambientales, escénicos y paisajísticos, que lo hicieron, en su tiempo, un destino turístico de enorme prestigio internacional. Sin embargo, ha sido tal vez el municipio peor gobernado de México en las últimas décadas.

El huracán Otis ha sembrado ruinas sobre una agobiante decadencia, degradación, y desprestigio. Sus impactos han sido brutales. Acapulco podría quedar en ruinas durante décadas, en un escenario inercial, sin una batuta externa y sin un catalizador institucional, político, y financiero determinante. Se requiere una acción radical.

En contra de la política climática

Casi todos quieren, en principio, salvar al mundo del calentamiento global. De hecho, una mayoría piensa que es una amenaza existencial. Pero nadie quiere pagar por ello. Nadie acepta renunciar a camionetas monstruosas (y de pésimo gusto), que, aunque sean híbridas o eléctricas, consumen cantidades gigantescas de recursos y plantean graves riesgos climáticos y ambientales. Tampoco, nadie quiere reducir su consumo de carne de res, cuya producción representa casi el 20% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, y contribuye masivamente a la deforestación. Nadie, está dispuesto a pagar más por la gasolina – a través de un Carbon Tax – y, al contrario, políticos de toda laya buscan y prometen más subsidios y precios bajos (“no a los gasolinazos”), lo cual retrasa la electrificación, y es un incentivo perverso para favorecer el uso de combustibles fósiles en el transporte automotor. Se subsidian empresas petroleras estatales, como en México, donde el gobierno despilfarra más de 20 mil millones de dólares en una nueva refinería, que nunca será amortizada, ante el aplauso y aquiescencia de la población. Los populistas recortan impuestos a los combustibles fósiles o aumentan los subsidios. En el mundo, los gobiernos prodigan anualmente subsidios por más de 400 mil millones de dólares a los combustibles fósiles. En México, el gobierno del presidente López ha entregado “incentivos”, apoyos y subsidios por casi 2 billones de pesos a PEMEX y al IEPS a las gasolinas.

Israel y Palestina, tres dilemas existenciales

En el siglo XIX tomó forma el movimiento sionista encabezado por Theodor Herzl, que buscaba el establecimiento de un Estado soberano judío en Palestina. Muchos judíos emigraron a Palestina, entonces, parte del Imperio Otomano. Después de la Primera Guerra Mundial, Palestina pasó a manos de la Gran Bretaña, quien restringió la colonización judía. Después del Holocausto, en la Segunda Guerra Mundial, obviamente, judíos europeos abrazaron la causa sionista y arribaron a su antigua tierra. En 1947, la ONU resolvió la partición de Palestina y la creación de dos Estados, el Estado de Israel y el Estado Palestino árabe, quedando Jerusalén bajo un estatuto internacional. Estados Unidos y la Unión Soviética reconocieron al nuevo Estado de Israel. Muchos árabes palestinos permanecieron dentro del Estado de Israel, al grado que, en la actualidad, aproximadamente el 20% de la población de Israel está constituida por árabes palestinos.