Tren Maya, el gran desfalco

Las inversiones públicas tienen considerables costos de oportunidad; es decir, ante recursos limitados y escasos, hay un buen número de otras alternativas comparables de gasto con altos niveles de prioridad. Por ello, los proyectos de inversión pública deben ser consecuencia de cuidadosas evaluaciones previas costo/beneficio, costos de oportunidad, y estudios de inversión, de mercado y de factibilidad, y proyectos ejecutivos, así como de cuidadosas corridas financieras que demuestren tasas adecuadas de rentabilidad económica y social, al igual que los plazos de amortización o de recuperación de la inversión. También, obviamente, de estudios de Impacto Ambiental y social, al igual que un sistema de transparencia en materia de compras y licitaciones de obra, y de rendición de cuentas y auditoría a lo largo del desarrollo del proyecto, aparte de un mecanismo público de supervisión y verificación ambiental. Todo esto, es requisito esencial de racionalidad pública y eficiencia, de prevención de corrupción, y de sostenibilidad. Y todo esto ha estado ausente en el Tren Maya, proyecto emanado sólo del capricho iluminado, la soberbia, la ignorancia y el narcisismo.