Para el presidente López, el petróleo es una obsesión. Por ello, en vez de lanzar a México a la revolución energética e industrial del siglo XXI, lo ha tratado de empujar a un pasado irrecuperable de predominio de los combustibles fósiles. Sin embargo, no sólo ha fracasado rotundamente en la extracción de crudo, que se ha desplomado durante su gobierno de poco más de 1.8 millones de barriles diarios, a menos de 1.6 millones de barriles diarios, sino también en refinación. El presidente López pretende la autosuficiencia en gasolinas, según él, con la finalidad de aislar el precio doméstico de los precios internacionales, para ofrecer en México combustibles automotrices artificialmente baratos. (No conoce el concepto de “Costo de Oportunidad”). Pretende así subsidiar a los vehículos de combustión interna y a sus propietarios, los grupos más ricos de la población. Intenta incrementar la refinación de petróleo en refinerías de PEMEX que no están configuradas para el crudo pesado mexicano, mientras construye una absurda nueva refinería en Dos Bocas, Tabasco. El resultado son pérdidas de más de 37 USD por barril refinado en nuestro país, y la generación de más de 30% de combustóleo por barril refinado, combustible residual, altamente contaminante, el cual se quema a altísimos costos en las termoeléctricas de CFE, habiendo el gobierno bloqueado la generación de electricidad en plantas privadas de energías limpias y baratas. En 2022, por primera vez, creció más la generación de electricidad con combustibles fósiles que con energías limpias, lo que va en contra de la legislación nacional y de compromisos internacionales de México en materia de Cambio Climático.
Pemex apenas ha logrado incrementar en los dos últimos años el volumen de crudo procesado en sus refinerías, pasando de 591 mil barriles diarios en 2020 a 816 mil barriles diarios en 2022, pero con un resultado desastroso. (También, muy lejos de su meta de procesar más de 1,100 MBD en 2022, comprometida en su Plan de Negocios 2019-2023). Las refinerías reciben una carga de petróleo cada vez más pesado, el cual, refinarlo, es cada vez más costoso y más contaminante, ya que produce más combustóleo, en vez de gasolinas y diésel. Esto, incluso en las refinerías reconfiguradas como Madero, Cadereyta y Minatitlán, que convierten el residuo de refinación en coque de petróleo en vez de combustóleo. Es mucho peor en las refinerías no reconfiguradas como Salamanca, Tula y Salina Cruz. El hecho real es que las refinerías generan cada vez menos productos valiosos como Gas LP, Gasolina, Turbosina y Diésel, los cuales se han reducido en cuatro años de 67% a 56% por cada barril de petróleo refinado, mientras que ha aumentado la generación de combustóleo con un alto contenido de azufre (4-5%) de 24% a 30% en el mismo periodo. Esto, en el contexto en que se han agudizado los rezagos en mantenimiento, los paros no programados, y los incidentes operativos en las refinerías.
La mayor producción de combustóleo es un grave problema ambiental y económico. El combustóleo se quema en las termoeléctricas de CFE, lo que da salida a los crecientes flujos de este residuo de las refinerías. Es un trinomio perverso: más refinación, más combustóleo, y más generación de electricidad con este energético. También, PEMEX trata de deshacerse del combustóleo a través de exportarlo. Sin embargo, ya casi nadie lo acepta por su elevado impacto ambiental, y por haber sido prohibido para su uso como combustible en grandes barcos mercantes por la Organización Marítima Internacional. De hecho, el combustóleo sólo se exporta a precios muy castigados a refinerías de Texas donde se procesa como crudo pesado, mezclado con crudo Istmo mexicano, más ligero y de mayor valor, lo que crea grandes pérdidas económicas para PEMEX. Por otra parte, recordemos que el combustóleo es un terrible factor de contaminación atmosférica por óxidos de azufre (SOx) y partículas inhalables menores a 2.5 micras (PM2.5) que provocan enfermedades respiratorias, cardiovasculares, cerebrovasculares, y cáncer pulmonar. El combustóleo es causa del verdadero infierno ambiental que vive la población de Tula y Salamanca, y de elevados niveles de contaminación por PM2.5 en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, y otras ciudades del país.
Es así como ocurren pérdidas brutales en el sistema mexicano de refinación de petróleo, esto es, de PEMEX Transformación Industrial, que despilfarra recursos del erario por alrededor de 200 mil millones de pesos anuales. La refinería de Dos Bocas, si es que algún día llega a funcionar, agregará muchas más pérdidas a PEMEX y al erario. Es preciso plantear con seriedad la extinción de PEMEX Transformación Industrial, o su privatización, y la venta inmediata de la refinería de Dos Bocas…