Los plásticos se crean, se consumen, y se usan en cadenas de valor, o circuitos económicos que permanecen abiertos, por lo que son arrojados al medio ambiente. Esto, por falta de instituciones, mercados, precios, normas formales e informales, y/o regulaciones que los cierren. Significa una atroz falla de mercado. Las empresas que producen o usan plásticos en empaques, envases y embalajes se desentienden de su destino y consecuencias finales, y simplemente, transfieren los costos a los gobiernos locales y a la sociedad presente y futura. Desde 1950 a la fecha, más de 8,300 millones de toneladas de plásticos han sido manufacturadas en el mundo. Incluyen, principalmente, PET (Tereftalato de Polietileno), polietileno de alta y baja densidad, polipropileno, poliestireno, y PVC. Aproximadamente, 5,800 millones de toneladas han sido plásticos de un solo uso, de las cuales, unas 4,600 toneladas se han descartado en rellenos sanitarios, tiraderos a cielo abierto, quemadas con importantes daños a la salud, o, simplemente, desechadas en el medio ambiente en mares, ríos, cañadas, lagos, derechos de vía, etcétera. Sólo alrededor de 500 millones de toneladas han sido recicladas. El resto – 700 millones de toneladas – se han incinerado en plantas especializadas. Tal volumen de plásticos en el medio ambiente plantea problemas graves de salud pública, de afectación a ecosistemas y especies, y de alteración de suelos y sistemas hidrológicos, además de impactos al paisaje y al bienestar humano. Tal vez el más relevante sea la saturación plástica de los océanos, la contaminación plástica de playas y costas, la conformación de gigantescos vórtices de plásticos en alta mar, y el envenenamiento con microplásticos tóxicos que entran a las cadenas ecológicas, siendo ingeridos por diversas especies marinas. Particularmente siniestras son las redes de plástico desechadas a la deriva por pescadores, que se convierten en literales muros de la muerte para innumerables especies marinas. Los plásticos son un subconjunto de la basura en general, y su proliferación en el ambiente es resultado directo de fallas estrepitosas institucionales y de gobernanza. (En México, el Artículo 115 Constitucional establece la responsabilidad de manejo de residuos urbanos a los municipios). Es, desde luego, igualmente, un problema de civilidad, de sociedades que no valoran los bienes públicos, y que carecen de cultura y aprecio por los asuntos y espacios colectivos. Esto se refleja en que los países causantes de los mayores volúmenes de plásticos arrojados al medio ambiente, y finalmente, a los océanos, no son necesariamente aquellos con la mayor producción, uso o consumo de plásticos, sino países costeros con grandes ríos, alta densidad de población, relativamente pobres, y sin las instituciones ni cultura cívica necesarios para contener el problema. Es así, que las naciones que encabezan la lista de las mayores contribuyentes de plásticos a los océanos son Filipinas, India, Malasia, Nigeria, China, Indonesia, Myanmar, Brasil, Vietnam y Bangladesh. Muchos más aportan al problema, pero en volúmenes menores. México genera más de 4 millones de toneladas anuales de residuos plásticos, de las que la inmensa mayoría son arrojadas a rellenos sanitarios, tiraderos, al medio ambiente, y finalmente, al mar. Muy poco se recicla. (Las carreteras y ríos de México – como el Grijalva en el Cañón del Sumidero, son una vergüenza; otra muestra de una inexistente cultura cívica en el “pueblo bueno y sabio”).
Los ríos reciben la basura plástica no recogida ni procesada, y la conducen hasta su desembocadura, donde literalmente la vomitan en los mares. La basura plástica es alimentada a los ríos por el viento, o por lluvias, torrentes, drenajes, canales y otros escurrimientos, y desde cañadas, cauces, calles, espacios públicos, traspatios, baldíos, carreteras, y tiraderos improvisados, donde es arrojada sin miramientos por poblaciones grandes y pequeñas, rurales y urbanas. En países civilizados, aunque el uso y consumo de plásticos pueda ser mayor en términos per cápita, existen instituciones, regulaciones y cultura que permiten o bien minimizar el flujo de plásticos a través de cadenas de valor, y/o evitar su acumulación en el medio ambiente, acopiarlos, reciclarlos o aprovecharlos energéticamente.
Resolver el problema implica cerrar los circuitos de producción, uso y consumo de plásticos, con una lógica de economía circular. Esto, primeramente, a través de cultura cívica de manejo de residuos, incentivos y sanciones, y sistemas de aseo, recolección, y acopio, reciclaje, disposición final y aprovechamiento; lo que exige crear organismos operadores público – privados, y financiar inversiones en infraestructura y equipamiento, personal y operación. Es esencial en ello, responsabilizar a las empresas o industrias productoras de bienes de consumo del destino final de sus envases, empaques y embalajes, por medio de esquemas como el Punto Verde que opera en Alemania y otros países. Ahí, las empresas pagan los costos de inversión y operación del acopio y reciclaje. Otro imperativo es gradualmente prohibir los plásticos de un solo uso no esenciales, al igual que invertir recursos públicos y privados en plantas de aprovechamiento energético de residuos (generación de electricidad o termovalorización, y pirólisis), para evitar que sean desechados en el medio ambiente.