La era Merkel en Alemania ha sido objeto de reconocimiento y apología por la sobriedad y estatura moral de la ex Canciller, por la estabilidad económica conseguida después de la crisis del 2008, por la unidad de Europa mantenida ante el Brexit, y por una progresista política ambiental y climática. Sin embargo, ciertos rasgos de su gobierno han merecido críticas y cuestionamientos desde diversos campos de opinión. Uno de ellos es la recepción de más de dos millones de refugiados sirios; otra, su obsesiva austeridad fiscal y resistencia a respaldar el sistema monetario Euro con una coordinación fiscal europea expresa. Otra más, no haber fortalecido lo suficiente las capacidades militares de Alemania, manteniéndola como un actor reticente en la defensa de Europa y en las responsabilidades de la OTAN. Adicionalmente, con la invasión de Rusia a Ucrania emergieron y se develaron errores estratégicos de Merkel en materia de energía, de consecuencias muy graves. Por un lado, el cierre de las centrales nucleares por presiones del Partido Verde Alemán, después del accidente de Fukushima en Japón en 2011, cuando ocurrieron un terremoto y un tsunami catastróficos que inhibieron el sistema de bombeo y enfriamiento de los reactores. Fue una falla de diseño; y, como consecuencia de la radiación emitida, se registraron dos muertes documentadas. El cierre de las centrales nucleares alemanas hizo que se incrementara la generación de electricidad con carbón, y que el gobierno recurriera cada vez más a la importación de gas de Rusia a través de dos gasoductos por el mar Báltico: Nord Stream 1 y 2 operados por la empresa Gazprom, que incluso contrató como consejero al ex Canciller socialdemócrata Gerhard Shröder. Merkel pensó que comprometiendo a Putin en una relación de interdependencia comercial y financiera se daría gradualmente un proceso de convergencia política y económica con Rusia. Se equivocó rotundamente. Alemania tiene desde entonces que cargar con un pesado lastre de combustibles fósiles en la lucha contra el cambio climático, además de perder su soberanía energética y entregarla en las manos de un tirano agresor y criminal de guerra. La semana anterior, el parlamento alemán, bajo influjo del Partido Verde, decidió reactivar centrales eléctricas de carbón ya cerradas, y proseguir con el cierre de las últimas tres centrales nucleares en funcionamiento para finales de 2022. El carbón es el energético más sucio y contaminante que existe, no sólo en cuanto a gases de efecto invernadero, sino a contaminantes tóxicos que envenenan la atmósfera con partículas respirables, metales pesados, óxidos de azufre, y óxidos de nitrógeno entre otros. Alemania emitirá así cada vez más gases de efecto invernadero, en contradicción de su imagen internacional como líder climático y ambiental.
Todo ello, mientras que, en el contexto de la guerra de Putin contra Ucrania y de políticas climáticas cada vez más asertivas, numerosos países como Francia, China, Estados Unidos, la India, Bélgica, Japón, y muchos más retoman con decisión la energía nuclear. El parlamento europeo recientemente clasificó a la energía nuclear como “amigable con el clima”, por lo que se hace acreedora a apoyos financieros y regulatorios. Sin energía nuclear a escala masiva, será casi imposible que el mundo alcance el objetivo de cero emisiones netas de Gases de Efecto Invernadero para el 2050 con sistemas eléctricos estables, confiables y de costo accesible.
La energía nuclear no genera CO2, y produce electricidad de carga básica de manera constante, predecible y a costos asequibles; no es intermitente como las energías eólica y solar, y requiere sólo un espacio físico o territorial pequeño que no conlleva mayores impactos ecológicos. Sus riesgos son objetivamente muy bajos. El accidente de Chernóbil en 1986, y las 31 muertes registradas, fueron provocadas directamente por incompetencia en la manipulación irresponsable de un reactor defectuoso y obsoleto. Actualmente, nuevos diseños y tecnologías permiten construir y operar reactores nucleares intrínsecamente seguros. Pronto estarán en el mercado reactores compactos y modulares producidos en serie que reducirán considerablemente los costos de inversión. Los residuos nucleares pueden depositarse en estratos geológicos estables y seguros durante miles de años, o bien, reciclarse. Objetivamente, la energía nuclear es de las más seguras que existen. Ha provocado 0.03 muertes por cada Tera-watt/hora de electricidad generada; la energía eólica 0.04; el gas 2.82; y el petróleo y el carbón, cientos de veces más, de 18.43 a 32.72 muertes por Tera-watt/hora respectivamente¹. Además, deben considerarse las grandes ventajas que en soberanía energética permite la energía nuclear, al evitarse la dependencia de las importaciones de hidrocarburos. En este sentido, es indispensable desarrollar capacidades de ingeniería y diseño de reactores y sus componentes, de producción de uranio y su enriquecimiento, o de uso de uranio natural con agua pesada, en nuevas cadenas de valor con efectos multiplicadores tecnológicos y económicos muy considerables.