La última frontera en el planeta, los grandes fondos abisales marinos, contienen enormes volúmenes de minerales estratégicos como cobre, níquel, cobalto, manganeso, y tierras raras, además de oro, plata y platino, fundamentales para la transición energética y la lucha contra el calentamiento global.
La mayor parte de los minerales se encuentran en las inmediaciones de ventilas hidrotermales (ventanas volcánicas en el fondo del mar) en rocas sedimentarias llamadas nódulos polimétalicos, formados a lo largo de miles o millones de años de precipitación de materiales disueltos o suspendidos en las aguas oceánicas. Estos nódulos son en promedio del tamaño de un puño humano y pueden ser cosechados con máquinas robot que los envían a barcos nodriza ubicados en la superficie. Todo ello implica grandes impactos y riesgos ambientales, destrucción de hábitat bentónico, perturbación de ecosistemas, plumas de sedimentos, ruido y contaminación del agua.
Empresas mineras enfatizan la urgencia de arrancar su explotación comercial, dado el imperativo de desarrollar energías limpias y de electrificar el parque vehicular. Aducen que si el mundo quiere combatir con eficacia el calentamiento global debe de explotar de inmediato los grandes yacimientos mineros en el mar. Los metales de interés son esenciales para las baterías y para las turbinas eólicas. Ya han iniciado la exploración en grandes extensiones del lecho marino, y cuentan con permisos de la Autoridad Internacional del Lecho Marino (ISA, por sus siglas en inglés) en particular en una zona ubicada entre Hawái y las costas del Pacífico mexicano, denominada Clarion-Clipperton. Es una región marina rica en minerales, pero también en biodiversidad, en buena medida, desconocida para la ciencia. Se estima que más del 90% de las especies no han sido identificadas ni estudiadas.
Se trata de zonas remotas e inaccesibles para la mayor parte de los gobiernos, y actores sociales. No existen comunidades locales, y están fuera de jurisdicciones nacionales. Nadie puede hacer escrutinio ni denunciar impactos ambientales. Empresas mineras que se preparan para explotar los fondos marinos argumentan que un solo vehículo eléctrico con una batería de 75KW requiere 56 kg de níquel, 7 Kg de manganeso y cobalto, y 85 Kg de cobre. Producir más de mil millones de vehículos eléctricos implica un volumen de metales esenciales mayor a lo que está disponible en tierra. Por otro lado, las nuevas minas en tierra resultan cada vez más problemáticas por la oposición social y política que suscitan. En México los conflictos llegan a hacer inviables los proyectos mineros (como el caso reciente de la mina Gorrión en Puebla). Por ejemplo, en Estados Unidos el 97% de las reservas de níquel, el 89% del cobre, el 79% del litio y 68% del cobalto se encuentran dentro o en un radio de 35 millas de reservaciones indias. La problemática social, ambiental y jurídica para emprender su explotación será complejísima.
Sin embargo, diversas organizaciones ambientalistas, como el WWF, a las que se han sumado empresas como BMW, Volvo, Google y Samsung, pugnan por una moratoria a la minería submarina. Consideran que las existencias actuales de metales esenciales son suficientes al menos para una década, y que a partir e ahí el reciclaje es capaz de cubrir la brecha entre demanda y oferta. El reciente congreso de Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) votó abrumadoramente en favor de prohibir la explotación minera de los fondos marinos, aunque evidentemente, esto no tiene ninguna consecuencia jurídica vinculante. Se esperan también litigios ambientalistas ante el Tribunal Internacional de la Ley del Mar en contra de la minería submarina.
De cualquier manera, es posible que la minería submarina comience a desarrollarse en algún momento en los próximos años. En su caso, debe llevarse a cabo a partir de regulaciones ambientales muy estrictas. Por ello, es vital una nueva institucionalidad internacional que se haga cargo. Ahí la ISA, debe fortalecerse, pero también, es preciso construir nuevos aparatos de derecho internacional, como es el caso del Tratado para la Conservación y Uso Sostenible de la Biodiversidad en Áreas Fuera de la Jurisdicción Nacional, actualmente en negociación en el seno de la ONU. Este nuevo tratado contempla el decreto de Áreas Naturales Protegidas en altamar, la Evaluación de Impacto Ambiental de proyectos marinos, y la apropiación equitativa de recursos, entre ellos, la minería. Como se ve, la transición energética será más cuesta arriba de lo que parece.