Pemex: azufre e impunidad

El petróleo mexicano tiene un alto contenido de azufre, que oscila entre 1 y 4% en peso, dependiendo de si se trata de crudos ligeros o pesados. Se procesan en las seis refinerías que operan en México un total de 800 mil barriles diarios en promedio. Una parte del azufre queda en los residuos de la refinación, principalmente combustóleo. El combustóleo tiene 4% de azufre, y se quema como combustible en las propias refinerías y en las centrales termoeléctricas de CFE. (También se exporta mezclado con petróleo ligero). Otra parte del azufre termina en productos de refinación como gasolina, diésel, gas LP y turbosina. Estos son objeto de hidrotratamiento para reducir las concentraciones de azufre con el objeto de cumplir con las normas ambientales de calidad de combustibles. Así, el azufre se transforma en Ácido Sulfhídrico (H2S) de alta toxicidad, con un olor característico a “huevo podrido”.

El derrumbe de Pemex

Pemex representa un enorme pasivo para las finanzas públicas, la economía nacional, el medio ambiente, y la lucha contra el calentamiento global. Cada vez aporta menos a la oferta energética en nuestro país (combustibles líquidos, gas natural y coque de petróleo). Quema o ventea y desperdicia en la atmósfera volúmenes ingentes y crecientes de gas, lo que contribuye enormemente al calentamiento global. México es uno de los países que arrojan a la atmósfera mayores volúmenes de gas natural (Metano). Las emisiones contaminantes de sus refinerías degradan profundamente la calidad del aire, violando la normatividad ambiental (NOM-SEMARNAT-085), con cientos de miles de toneladas de Bióxido de Azufre y de partículas inhalables PM2.5 que son altamente tóxicas.

Transición energética y red de transmisión eléctrica

Las energías limpias solar y eólica han abatido sus costos casi 500 veces desde los años setentas del siglo XX. Desgraciadamente, esto no es suficiente para dejar atrás de una vez por todas a los combustibles fósiles; es preciso recrear las redes de transmisión eléctrica. En México, la red de transmisión tiene una longitud de más de 110 mil kilómetros, a través de montañas, planicies, ríos y ciudades. Es una formidable infraestructura desarrollada históricamente a lo largo de muchas décadas. Fue diseñada y construida para un sistema eléctrico basado en grandes centrales de generación con combustibles fósiles, y en menor medida, en enormes presas hidroeléctricas; todas ellas, disponibles casi todo el tiempo y capaces de entrar en operación de manera inmediata con el pulso de un simple interruptor. No obstante, un sistema eléctrico basado en energías limpias – que son intermitentes – exige una red de transmisión muy distinta, que integre a cientos o miles de plantas eólicas y solares distribuidas a lo largo y ancho del territorio. Debe reinventarse la red de transmisión. (Prioridad que ha sido despreciada por el gobierno del presidente López, que la ha extendido ¡menos de 40 kilómetros! y cancelado grandes proyectos de transmisión).

Fracaso económico 2018 -2024

El gobierno del presidente López ha tenido ventajas extraordinarias en términos de remesas (que incluyen el dinero del narco), T-MEC, exportaciones a Estados Unidos, nearshoring, y diferenciales en tasas de interés. Sin embargo, la economía mexicana ha crecido en forma acumulada apenas 3.3% entre 2019 y 2023 – algo muy inferior a todos los gobiernos anteriores – incluso considerando los efectos de la pandemia. Tomando en cuenta el incremento en la población en este mismo período, el PIB per cápita se ha contraído 2.3%, es decir, los mexicanos somos, en promedio, ahora más pobres que en 2018. Esto contrasta con prácticamente todos los gobiernos desde 1988; en todos se incrementó el ingreso per cápita. Las inversiones extranjeras nuevas se han contraído (únicamente han crecido las reinversiones de utilidades). La recaudación fiscal en términos reales sólo creció 5.9% durante el periodo analizado. Sin embargo, el gasto gubernamental ha crecido casi 16 por ciento. Consecuentemente, para 2024, el déficit proyectado llegará a prácticamente 5% del PIB. Además de haberse saqueado los fideicomisos heredados de gobiernos anteriores, la deuda ha crecido, como porcentaje del PIB, de 35.9% en 2018 a 43.2% en 2024, manejable, pero con una preocupante tendencia explosiva. El resultado, es que el servicio de la deuda (intereses más amortizaciones) se dispara en 2024 a más de un billón de pesos, o sea, el 17% de todos los ingresos.