Cómo la Guerra de Putin contra Ucrania Promueve la Transición Energética

Irónicamente, la criminal agresión de Putin contra Ucrania y las sanciones económicas de Occidente a Rusia han acelerado de golpe la transición energética hacia las energías limpias en el mundo. Es verdad que gobiernos europeos y asiáticos, ante el pánico energético provocado por la guerra, han retomado transitoriamente el uso del carbón en la generación de electricidad, y expandido proyectos y contratos de suministro de gas natural con Qatar, Argelia, Libia y Estados Unidos. Incluso, Alemania, ha reactivado minas de carbón de lignito (Lutzerath) ya cerradas – el combustible más contaminante que existe. Sin embargo, la capacidad de extracción de combustibles fósiles se restringe crecientemente por el desplome de la inversión y mayores costos en exploración y producción. Rusia no puede redirigir su gas natural desde los gasoductos europeos – ahora cerrados o volados – hacia China, y su producción de petróleo y gas pronto decaerá ante la falta de refacciones y tecnología occidental. Lógicamente, la crisis energética así configurada, y provocada por la guerra, ha escalado exponencialmente los precios de los combustibles fósiles – gas, petróleo, carbón.

Economía circular

Desde la publicación de “Los Límites del Crecimiento” (Meadows, 1972) ha habido preocupación por un proyectado agotamiento de materias primas y recursos naturales que pondría un límite a la expansión de la economía global. No ha ocurrido, y no se espera que ocurra en el futuro previsible. La economía de mercado y la tecnología siempre han encontrado la forma de ampliar la oferta de materiales o de encontrar sustitutos. Sin embargo, la búsqueda, producción y explotación de materiales y recursos (minerales, combustibles, plásticos, pesquerías, alimentos, madera) sí entraña impactos crecientes sobre el medio ambiente, sobre ecosistemas vitales, sobre la biodiversidad, y sobre la calidad de vida de las poblaciones humanas. La actividad minera afecta severamente al territorio y al paisaje, y consume volúmenes considerables de agua. La industria de hidrocarburos genera contaminación atmosférica y es la principal fuente de gases de efecto invernadero. Los plásticos saturan a los océanos y cuerpos de agua. La pesca saquea y destruye pesquerías y ecosistemas marinos. La producción de alimentos implica deforestación y contaminación de aguas y suelos, además de gases de efecto invernadero. La extracción de madera de bosques y selvas de manera no regulada, es punta de lanza de cambios de uso del suelo y deforestación.

Aviación Civil, Cabotaje y Destrucción

Primero fue la destrucción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) en Texcoco, que borró de un plumazo la posibilidad de un nodo o hub aeroportuario continental en nuestro país, y de ofrecer a las líneas aéreas nacionales una nueva plataforma de productividad y competitividad. Después, vino la construcción de una terminal aérea costosa, sin economías de escala, marginal e inútil (AIFA) en la periferia lejana de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, entregada al Ejército como edificador y operador. Enseguida, de manera arbitraria, se redujo el tope máximo de operaciones en el AICM, para forzar la transferencia de vuelos al AIFA. También, mediante un decreto, se quiere obligar a las empresas de carga aérea a abandonar el AICM y a llevar sus actividades al AIFA en un plazo perentorio, sin importar el costo y el impacto logístico. Se trata, obsesivamente, de que el AIFA reciba vuelos que justifiquen la atrocidad de haber cancelado el NAIM en Texcoco.

Ley contra la ciencia mexicana

Desde los años setenta se ha construido en México una institucionalidad y comunidad científica sólidas (desde luego perfectibles), de manera concurrente y participativa, tendientes a la excelencia académica y basadas en la evaluación entre pares. Hoy, todo ello está en riesgo, por la iniciativa del presidente López al respecto de una nueva y destructiva iniciativa de “Ley General de Humanidades, Ciencias y Tecnologías” que fue ingresada a la Cámara de Diputados apenas el pasado diciembre. Se trata del mismo ánimo vandálico con el que pretende destruir al Instituto Nacional Electoral. Aunque se dice Ley General, omite especificar la concurrencia entre gobierno federal, estados, municipios, comunidad científica, universidades, y sociedad civil. Desmantela la participación de la comunidad e instituciones científicas, universidades y sector privado en la junta de gobierno de la nueva entidad paraestatal (Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías, nombre que es contrario a la Constitución) y en la formulación de agendas, planes, programas y políticas. Es una ley excluyente, centralista y autoritaria; incluso estalinista.