La agenda climática global asume como objetivos reducir 50% las emisiones de CO2 al 2030, y llegar a cero emisiones netas al 2050. (esto, como sabemos, para impedir que la temperatura del planeta aumente más de 1.5 -2.0 °C). Cerca de 200 países los han adoptado formalmente en el contexto del Acuerdo de París, junto con más de 1,000 grandes empresas multinacionales. Sin embargo, para muchas empresas, no es tecnológicamente posible o es incosteable lograr tales objetivos, como es el caso de cementeras, siderúrgicas, aviación y petroquímica. Por ello, les es indispensable comprar Bonos de Carbono (Carbon Credits) con la finalidad de compensar sus emisiones a través de proyectos o actividades ex – profeso de reducción de emisiones en otros sectores y geografías. Para ello existe un mercado (mercado internacional de carbono), y pueden hacerlo voluntariamente para cumplir con sus estrategias y compromisos corporativos, o en el marco de esquemas gubernamentales de regulación.
Los Bonos de Carbono son certificados que representan un cierto volumen de Gases de Efecto Invernadero no emitido o que ha sido capturado o removido de la atmósfera por medio de algún proyecto, como puede ser deforestación evitada, restauración forestal, o captura de metano en rellenos sanitarios. Es crucial la condición de que, sin el proyecto correspondiente, la reducción de emisiones o su captura no hubieran ocurrido. (Esta es la resbaladiza condición de “adicionalidad”). Así, el mercado de carbono permite dirigir un considerable financiamiento privado a proyectos de reducción de emisiones o de captura de carbono, que son capaces de generar, además, considerables beneficios colaterales, por ejemplo, en materia de conservación de la biodiversidad y servicios ambientales, prevención de la contaminación, salud pública, o generación de empleos.
Sin embargo, en la actualidad, el mercado de carbono está fragmentado y opera con dificultad. Algunos Bonos de Carbono pueden representar reducciones de emisiones que no son creíbles o confiables, mientras que la información sobre precios y riesgos es muy limitada. También hay que decir que los proyectos plantean riesgos considerables inherentes a su propia naturaleza y a las circunstancias económicas, ecológicas, sociales, jurídicas, políticas e institucionales de los países o regiones donde se ejecutan. Por otro lado, el financiamiento de los proyectos resulta complejo y caro, en virtud de la incertidumbre, y de los plazos muy largos que existen entre el momento de la inversión y la eventual generación y venta de los Bonos de Carbono correspondientes. Los Bonos de Carbono de calidad tienden a ser escasos como efecto de costosas y complejas metodologías de verificación y certificación, y de la dificultad de tipificar objetivamente sus beneficios colaterales (que aumentan su valor). En general, en la actualidad, el mercado se caracteriza por una baja liquidez, financiamiento limitado, servicios inadecuados de manejo de riesgos (seguros, fianzas, coberturas), y poca disponibilidad de información. Para que el mercado internacional de carbono madure, se profundice, tenga suficiente liquidez y se desarrolle, es preciso crear el andamiaje institucional y regulatorio que lo haga eficiente, eficaz, confiable y transparente (verificable, y ambientalmente sólido) como en todos los mercados de capitales.
Es necesario entonces, que instancias internacionales en el contexto del Acuerdo de París (Artículo 6) actúen a lo largo de toda la cadena de valor de los Bonos de Carbono. Primero, desde luego, debe asegurarse que las empresas reduzcan lo más posible sus propias emisiones, y que las midan y reporten a lo largo del tiempo, con el fin de lograr la transparencia y rendición de cuentas que inversionistas, accionistas, clientes, proveedores y gobiernos exigen. Es esencial una taxonomía o sistema de identificación y descripción estandarizado de diferentes tipos de Bonos de Carbono acorde con la naturaleza del proyecto a través del cual han sido generados, y de sus beneficios colaterales, así como de criterios de calidad que permitan su verificación expedita y la garantía de que amparan reducciones o captura de carbono absolutamente reales. Será fundamental también diseñar contratos de referencia con fines de homogeneidad y transparencia, capaces de producir información diaria oportuna sobre precios, multiplicar el volumen de transacciones, agregar proyectos, profundizar el mercado, y crear liquidez. De tal manera se permitirá, en su momento, estructurar financieramente los proyectos, y promover mercados de futuros y derivados. Todo lo anterior requerirá de una nueva infraestructura institucional internacional consistente en registros digitales de proyectos y de Bonos de Carbono (eventualmente en un sistema de Blockchain), sistemas globales de verificación y trazabilidad, y de una Cámara Internacional de Compensación. Así será factible evitar errores, duplicidad, fraude y lavado de dinero. Así, los mercados de capital podrán concurrir eficazmente, de manera literal, a salvar al planeta.