Glasgow, 11 de Noviembre. Al momento de escribir estas líneas, rayos de lucidez y liderazgo han surgido, por un lado, del Primer Ministro del Reino Unido, quien de manera audaz ha presentado un documento que haría de la COP26 un hito en la historia de la lucha contra el calentamiento global. Por otro lado, Estados Unidos y China sorprendieron con una importante declaración conjunta. Espero no equivocarme. Los textos son claros en una reducción de emisiones congruente con el imperativo de que la temperatura del planeta no suba más allá de 1.5 – 2.0 grados centígrados, y llegar a cero emisiones netas en 2050. Uno u otro instrumento plantean, entre otras cosas, dejar atrás el uso de carbón, una transición energética acelerada, mercados de carbono, canalizar un financiamiento suficiente a países pobres para fines de mitigación y adaptación, vehículos eléctricos mayoritarios al 2035 y restauración forestal masiva. Todo ello, de acuerdo con la agenda toral de la COP26, la cual gira entorno a una mayor ambición en reducción de emisiones a través de compromisos más estrictos en las nuevas NDC (Contribuciones Nacionalmente Determinadas). Otros temas sustantivos tienen que ver con adaptación al cambio climático, tecnologías, pérdidas y daños (reparaciones a los países más pobres por los efectos del calentamiento global). Cuando México ejercía liderazgo y compromiso climático en el mundo, la delegación mexicana en Glasgow hubiera integrado una agenda consecuente promoviéndola intensamente en los procesos y carriles de negociación. La delegación mexicana estaría presidida por un secretario de estado con estatura y conocimiento, y conformada por personal competente de la SENER, la CONAFOR, la CONANP, SEMARNAT, SADER y la Cancillería, apoyados por expertos en temas de economía, tecnologías, políticas públicas y negociaciones multilaterales.
Lamentablemente no ha sido así. La delegación mexicana ha brillado por su falta de compromiso y liderazgo, su nivel jerárquico y técnico ha sido ínfimo, y ha carecido de una agenda seria para atender los temas torales de la COP26. De hecho, la delegación mexicana ha eludido los temas esenciales, lastrada por sus propias limitaciones y por las políticas impresentables y regresivas de su jefe supremo, el presidente López. Incluso, ha sido objeto de señalamientos formales de organismos de la ONU (por ejemplo, en la presentación del Emissions Gap Report) sobre la brecha que hay entre las reducciones de emisiones requeridas para evitar consecuencias catastróficas en el clima del planeta, y los compromisos hasta ahora logrados por distintos grupos de países. Ahí, nuestro país fue indiciado como un trasgresor y paria, que ha asumido de manera deliberada una ruta absurda de regreso a los combustibles fósiles. Más aún, México ha sido estigmatizado como “Fósil del Día” por esas razones.
La delegación mexicana solo asume temas periféricos y no promueve una agenda de contenidos consecuentes, tal es el caso de su énfasis en los derechos humanos, derechos de las niñas, equidad de género, y pueblos indígenas, que no es que carezcan de importancia, sino que en el contexto de la COP26 son sólo una cortina de humo para ocultar los serios déficits en su integración y participación. Es curioso que la corrección política sea su divisa más importante, y que incluso, consideren como mayor logro, el que la delegación mexicana este compuesta por casi un 80% de mujeres, lo que en sí mismo no dice nada sobre competencia, liderazgo y jerarquía. La participación tardía y hueca de la Secretaria de SEMARNAT ha sido también elocuente de las deficiencias mexicanas. Su participación en el segmento ministerial de la COP26 ha sido verdaderamente desastrosa, hablando con mentiras y desvaríos, y por supuesto corrección política “Woke”. Por ejemplo, volvió a enfatizar a los derechos humanos, género, niñas, y pueblos indígenas, el inefable y devastador programa clientelar “Sembrando Vida”, glifosato, y corrupción, y se lanzó contra los transgénicos y contra empresas de energías limpias (“contratos sucios”).
El desempeño de México en esta COP26 es un leal reflejo del gobierno del presidente López, quien ha ganado fama aquí como retrogrado e inepto. No podía ser de otra forma. No se ve la manera en que la delegación mexicana pueda firmar un documento trascendente de conclusión de la COP26. Sería un acto supremo de malabarismo, cinismo e hipocresía. Al menos tendrían honestidad política si se rehusaran a signarlo.