China, liderazgo climático y “lado obscuro”

China es líder global en energía solar, energía nuclear, energía eólica, trenes de alta velocidad, vehículos eléctricos, minerales críticos, reforestación, y mercados de carbono. No está claro si gracias a, o a pesar de, ser un Estado autoritario. El gigante asiático instaló más de 210 Gigawatts (miles de millones de watts) de paneles solares en sólo en 2023 (tres veces la capacidad total existente de generación de electricidad en México), lo que representa – en un año – el doble de lo que los Estados Unidos poseen en total. Se proyecta que China logre instalar más de 1,000 Gigawatts solares en 2026, casi lo mismo que hay actualmente en todo el mundo; además de producir el 80% de los paneles solares que se venden en el planeta. China tiene en construcción 26 centrales nucleares – además de las 55 que ya posee. Se trata de energía limpia, de cero emisiones de CO2, confiable, estable y disponible todo el tiempo, que ofrece una plataforma indispensable para el desarrollo de energías limpias intermitentes como la solar y eólica.

Remover CO2 de la atmósfera, Bancos Centrales de Carbonos

¿Podemos enfrentar el calentamiento global a través de remover, quitar o capturar el CO2 de la atmósfera? La Tierra lo hace continuamente; captura CO2 de la atmósfera por medio de la fotosíntesis de plantas, algas y bacterias, y también de la intemperización y mineralización química de rocas que absorben CO2 y lo convierten en materiales carbonatados. Ambos procesos –fotosíntesis y mineralización– pueden ser replicados por el hombre. En principio, antes de las emisiones humanas, las concentraciones de CO2 en la atmósfera, si bien tenían ciertas fluctuaciones, se encontraban más o menos en equilibrio, lo que mantenía un clima relativamente estable. Es decir, la descomposición y respiración de organismos vegetales terrestres y marinos, el vulcanismo, y la desgasificación de los mares emiten CO2, mismo que, por otro lado, es atrapado por los propios organismos vegetales a través de la fotosíntesis, por la intemperización y mineralización de rocas, y absorbido por el océano. Las actividades humanas de quema de combustibles fósiles, deforestación y otras, introducen actualmente un desbalance y una acumulación neta en la atmósfera de 19 mil millones de toneladas de CO2 (199) anuales. Será imposible eliminar todo este saldo de emisiones antes de 2050. Por ello, es indispensable pensar en opciones para quitar, remover o capturar CO2 directamente de la atmósfera y reducir sus concentraciones.

China, dominio en vehículos eléctricos

La electrificación vehicular es pilar de la descarbonización de la economía global y de la lucha contra el calentamiento global, ya que los vehículos de combustión interna representan la primera o segunda fuente de emisiones de gases de efecto invernadero en casi todos los países del mundo (en México, la primera).

Implica una revolución tecnológica e industrial que está siendo dominada por China, lo que incluye la fabricación de baterías de litio; China produce el 70% de las baterías en el mundo. El gigante asiático entendió rápido el destino de la industria automotriz, pasó de un salto de los vehículos de combustión interna a los vehículos eléctricos (VE).

La Ruta de la Seda: desastre financiero y ambiental “Made in China”

Hace 10 años que el presidente chino Xi Jinping lanzó su iniciativa de la “Ruta de la Seda” (en inglés Belt and Road), el mayor y más ambicioso programa de desarrollo de infraestructura en la historia humana.

China ha prestado más de 1 billón (1,012) de dólares a más de 100 países con este esquema, lo que ha hecho palidecer toda la inversión occidental y de bancos multilaterales, y expandir las preocupaciones de Occidente sobre el creciente poder e influencia del gigante asiático. Se ha interpretado este programa como un tipo de diplomacia económica, pero ha resultado en una trampa de deuda para los países prestatarios, dado que los proyectos no han generado los rendimientos esperados.

Tren Maya, el gran desfalco

Las inversiones públicas tienen considerables costos de oportunidad; es decir, ante recursos limitados y escasos, hay un buen número de otras alternativas comparables de gasto con altos niveles de prioridad. Por ello, los proyectos de inversión pública deben ser consecuencia de cuidadosas evaluaciones previas costo/beneficio, costos de oportunidad, y estudios de inversión, de mercado y de factibilidad, y proyectos ejecutivos, así como de cuidadosas corridas financieras que demuestren tasas adecuadas de rentabilidad económica y social, al igual que los plazos de amortización o de recuperación de la inversión. También, obviamente, de estudios de Impacto Ambiental y social, al igual que un sistema de transparencia en materia de compras y licitaciones de obra, y de rendición de cuentas y auditoría a lo largo del desarrollo del proyecto, aparte de un mecanismo público de supervisión y verificación ambiental. Todo esto, es requisito esencial de racionalidad pública y eficiencia, de prevención de corrupción, y de sostenibilidad. Y todo esto ha estado ausente en el Tren Maya, proyecto emanado sólo del capricho iluminado, la soberbia, la ignorancia y el narcisismo.

2024, herencia tóxica

El presidente López dejará un país polarizado y enfrentado. Devorado por la peor violencia criminal de la historia, con el territorio entregado a la delincuencia, ante una Guardia Nacional militarizada y estrepitosamente fracasada. Con el sistema de salud cruelmente vandalizado y destruido. Con un retroceso histórico en educación. Con mayor pobreza extrema. Devastado su prestigio internacional. Con instituciones de la administración pública desmanteladas, con un Poder Judicial bajo amague, y con las entidades autónomas amenazadas o paralizadas. Con recortes presupuestales incapacitantes para buena parte de la administración pública. Con una población ahora adicta a las dádivas y subsidios del gobierno. Con un gigantesco desfalco al erario por proyectos megalómanos absurdos que nunca serán rentables. Un Pemex quebrado y que representa un gigantesco agujero negro para las finanzas públicas. Sin un hub aeroportuario de clase mundial. Con una deuda que crece exponencialmente junto con su servicio, y una fiscalidad exhausta por pensiones insostenibles y subvenciones masivas.

Para evitar la catástrofe climática…

Como todo el mundo sabe, minimizar la probabilidad de consecuencias catastróficas en el clima del planeta conlleva limitar el calentamiento global a menos de 1.5°C – 2°C. Esto exige abatir emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) en 40% al 2030, para llegar a cero emisiones netas en 2050 (Cero Neto). Claramente, lo primero es ya imposible, y lo segundo se ve lejos de nuestro alcance, aunque que reconozcamos que hay señales positivas. Más de 8 mil empresas, y países desarrollados y emergentes que representan 90% del PIB global han establecido compromisos de Cero Neto (desde luego, México, no). Hoy, las energías solar y eólica representan más del 10% de la generación total de electricidad en el mundo, y el 75% de las nuevas inversiones en capacidad de generación eléctrica. Los vehículos eléctricos acumulan ya el 15% de las ventas totales de automotores, mientas que su autonomía se ha incrementado más de tres veces en sólo una década. La inversión global anual en tecnologías de transición climática se ha duplicado desde 2015, hasta llegar a más de un billón de dólares en la actualidad. Sin embargo, no es suficiente.

Hacia una política ambiental y climática para el próximo Gobierno

Entre 2018 y 2024 México ha sufrido un dramático proceso de desmantelamiento institucional y de políticas ambientales, así como de regresión energética y de ruptura de compromisos internacionales, al igual que la degradación de la participación de nuestro país en foros e instancias multilaterales. Los presupuestos ambientales fueron recortados de manera incapacitante, personal técnico y directivo con amplia experiencia fue despedido, e instituciones completas ý fideicomisos fueron desaparecidos. Se ha instalado durante estos años un escenario de impunidad y violación de la Ley, así como de destrucción de ecosistemas por acciones directas y proyectos del gobierno llevados a cabo de manera ilegal y opaca, y envueltos en militarización, discrecionalidad y corrupción. Es por ello vital plantear una verdadera cruzada de reconstrucción institucional y de políticas ambientales, de sustentabilidad y de cambio climático a partir del 2024, de recuperación del prestigio internacional de México, de cumplimiento de compromisos internacionales, de integración intersectorial y de desarrollo económico sostenible

Agua, soluciones radicales para la CDMX

La sequía ya de varios años en gran parte del País (con todo y los días insólitos de esta semana) – vinculada al calentamiento global – impone un enorme desafío de abastecimiento de agua para la Zona Metropolitana de la CDMX. Nuestra metrópolis consume alrededor de 70 metros cúbicos por segundo de agua (70 m3/seg), de los cuales aproximadamente 20 m3/seg han provenido de cuencas externas, como lo son la de Lerma y Cutzamala; el resto, esencialmente, se extrae de los acuíferos subterráneos, cuya sobreexplotación provoca su agotamiento, además del hundimiento de la ciudad y graves daños a muchas edificaciones. Con la sequía, las presas del sistema Cutzamala se encuentran a menos del 25% de su capacidad, lo que impondrá una escasez sin precedente y la necesidad de racionamientos. Los modelos y escenarios climáticos regionales no permiten algún optimismo para el futuro previsible. Es imperativo considerar soluciones a largo plazo que deberían significar un caudal adicional de al menos 10 m3/seg. (Desde luego, aparte de medidas de eficiencia y rehabilitación de la red para reducir pérdidas – que son del 40% – y de captación de agua pluvial).

La economía mexicana en 2050

La estructura y marcha de la economía nacional (y de la economía global) hacia la mitad del siglo estarán determinadas en buena medida por la lucha contra el cambio climático, y por el imperativo de lograr cero emisiones netas de CO2. México es de los pocos países de la OCDE y del G-20 que no ha planteado metas y programas de cero emisiones de CO2 al 2050. Esto requiere un ejercicio detallado de planeación y política industrial, energética, fiscal, agropecuaria y forestal, en el contexto de compromisos internacionales, pero también de los propios intereses de nuestro país. Se trata de un enorme desafío tecnológico, financiero, de inversión pública y privada, y cambio de hábitos de comportamiento y consumo en movilidad, uso de la energía y alimentación. De ello dependerá no sólo el abatimiento de emisiones de CO2, sino la competitividad del país, su proceso de desarrollo, y su posición en el tablero geopolítico mundial.