Transición Energética, la Guerra por los Metales

Uno de los mayores desafíos en la Transición Energética y por tanto en la lucha contra el calentamiento global es disponibilidad y accesibilidad a metales que son esenciales para la generación de energía limpia, para los vehículos eléctricos y para la electrificación generalizada de procesos y servicios. Se trata básicamente del lito, cobalto, níquel, manganeso, zinc y cobre, además de ciertas tierras raras como el neodimio, samario, escandio, itrio, lantano y otros. Todos estos minerales (metálicos) son utilizados profusamente en la fabricación de turbinas eólicas y motores eléctricos (electroimanes de alta capacidad magnética), o bien en baterías (como electrolitos, catalizadores, ánodos o cátodos), y en líneas de transmisión de energía eléctrica. Se proyecta que la demanda por estos minerales se multiplicará por cuatro de aquí al año 2040 y por seis en 2050 (de acuerdo a la Agencia Internacional de Energía en sus escenarios de desarrollo sostenible). Tanto China como Europa y Estados Unidos han asumido como prioridad satisfacer tal demanda que crece exponencialmente, con regulaciones ambientales eficaces y criterios de gobernanza social. Recordemos que cada vez es más complejo desarrollar proyectos mineros, por la oposición que frecuentemente generan entre comunidades locales. Esto se debe en buena proporción a los considerables impactos ambientales de la minería, por ejemplo, en cuanto a consumo y contaminación del agua y del suelo, alteración del paisaje, y derrames de presas de jales mineros. Las tierras raras, en especial, no es que sean “raras”, sino que se encuentran asociadas a otros minerales en concentraciones bajas, lo que implica complejos procesos de concentración, lixiviación, beneficio y refinación.