Nueva Ley vs. la Ciencia Mexicana

El binomio de López (el presidente) + Buylla (directora del CONACYT) la ha emprendido contra la ciencia mexicana, tal como lo comentamos en la entrega anterior. Ahora trata de formalizar su barbarie con una nueva Ley General en Materia de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación. Todo, en el contexto de la situación crítica que padece la ciencia mexicana. Los datos son reveladores y deprimentes. Nuestro país invierte ocho veces menos en investigación y desarrollo (I+D) que la media de los países de la OCDE, mientras que aquí se registran 20 veces menos solicitudes de patentes en las oficinas de propiedad intelectual. En realidad, entre 2015 y 2020 el número de solicitudes de patentes se derrumbó en México de 18,071 a 14,312, aparte de que más del 98% de tales solicitudes de patentes fueron hechas por empresas extranjeras. El número de investigadores es nueve veces menor al promedio de la OCDE, y los investigadores mexicanos publican en revistas científicas especializadas la quinta parte del promedio de artículos que publican los científicos de países de la OCDE. Peor; entre 2015 y 2022 el gasto en ciencia y tecnología en México ha disminuido del 0.34 al 0.20 del PIB, y el presupuesto en términos reales se ha abatido casi en 40%. En la nueva iniciativa de Ley (que no tiene el andamiaje de Ley General, pero pretende ser) el binomio López + Buylla intenta consagrar jurídicamente sus despropósitos, que hasta el momento han sido instrumentados por medio de actos administrativos, acuerdos y modificaciones reglamentarias, muchos de los cuales son no sólo ilegales sino inconstitucionales.

López + Buylla, Contra la Ciencia Mexicana

La ciencia mexicana ha sido uno de los objetivos de demolición más claros del presidente López y de su directora del CONACYT, Elena Álvarez Buylla, que hace las veces de Lysenko (“científico” de cabecera de Stalin), en la desaparecida Unión Soviética. El binomio López + Buylla ha desplegado todas sus frustraciones, prejuicios y rencores en contra de científicos y Centros Públicos de Investigación (CPI), ostentando fanatismo ideológico, odio por el rigor analítico y el conocimiento científicos, desconfianza del mérito, y antipatía contra expertos y especialistas. Se han propuesto desmantelar y pervertir toda la arquitectura científica de nuestro país. Y lo están logrando. Incluso, persiguiendo a científicos por medio del aparato de justicia, purgando a directores de CPI, y presionando en contra de rectores no afines de universidades públicas. La persecución e intento de encarcelar a científicos como criminales de alta peligrosidad, acusándolos absurdamente de delincuencia organizada y lavado de dinero es un extremo sólo entendible en las peores dictaduras comunistas o fascistas, como las que han sufrido la Unión Soviética y Alemania durante el siglo XX, o Cuba y Corea del Norte, hasta ahora, en pleno siglo XXI.

Biden, Revolución Climática y Económica

Ya era claro que el mundo se interna en una ruta de transformación energética y reconfiguración de la economía global a partir de la lucha contra el calentamiento global. La semana pasada, esta certeza sufrió un salto cualitativo con la aprobación, por parte del Senado de los Estados Unidos, de la Ley de Reducción de Inflación (Inflation Reduction Act) – o Ley Climática – promovida por la administración Biden, que hasta hace muy poco se consideraba muerta. Pues resucitó, gracias al voto favorable del senador demócrata Joe Manchin. La Cámara de representantes le dará luz verde sin mayores problemas, y será firmada y promulgada en los próximos días por el Presidente Biden.

Transición Energética, la Guerra por los Metales

Uno de los mayores desafíos en la Transición Energética y por tanto en la lucha contra el calentamiento global es disponibilidad y accesibilidad a metales que son esenciales para la generación de energía limpia, para los vehículos eléctricos y para la electrificación generalizada de procesos y servicios. Se trata básicamente del lito, cobalto, níquel, manganeso, zinc y cobre, además de ciertas tierras raras como el neodimio, samario, escandio, itrio, lantano y otros. Todos estos minerales (metálicos) son utilizados profusamente en la fabricación de turbinas eólicas y motores eléctricos (electroimanes de alta capacidad magnética), o bien en baterías (como electrolitos, catalizadores, ánodos o cátodos), y en líneas de transmisión de energía eléctrica. Se proyecta que la demanda por estos minerales se multiplicará por cuatro de aquí al año 2040 y por seis en 2050 (de acuerdo a la Agencia Internacional de Energía en sus escenarios de desarrollo sostenible). Tanto China como Europa y Estados Unidos han asumido como prioridad satisfacer tal demanda que crece exponencialmente, con regulaciones ambientales eficaces y criterios de gobernanza social. Recordemos que cada vez es más complejo desarrollar proyectos mineros, por la oposición que frecuentemente generan entre comunidades locales. Esto se debe en buena proporción a los considerables impactos ambientales de la minería, por ejemplo, en cuanto a consumo y contaminación del agua y del suelo, alteración del paisaje, y derrames de presas de jales mineros. Las tierras raras, en especial, no es que sean “raras”, sino que se encuentran asociadas a otros minerales en concentraciones bajas, lo que implica complejos procesos de concentración, lixiviación, beneficio y refinación.